28 de diciembre de 2008

Buscando la conexión Management y Neurociencias: Antecedentes II





Pero ¿qué sabemos del cerebro hoy?

Los últimos años de investigación neurocientífica nos permiten conocer un cerebro organizado bajo la noción de red, en donde grupos de neuronas se asocian y comunican en función del desarrollo de una tarea específica, conformando lo que distinguimos luego como áreas funcionales. Ninguna de estas áreas, sin embargo, sostiene por si sola ninguno de los complejos fenómenos cerebrales como la creatividad o la capacidad de sumar. Cualquier intento reduccionista por descubrir algún centro específico (como una caja negra) responsable de la mayoría de los productos mentales, ha resultado infructuoso. En todo momento irrumpe la idea de red, en donde grupos de neuronas especializadas se coordinan con otros grupos de neuronas diferentes elaborando la información a través de una compleja jerarquía de tipo horizontal. Fenómenos como la imaginación, la visión o el tacto, irrumpen entonces como producto de complejísimas comunicaciones entre sistemas que procesan la información de manera paralela y específica. Es verdad que hay especialización, pero lo importante es la red.

Por otra parte, tenemos que quizás si uno de los hallazgos más relevantes de las neurociencias durante los últimos años, sea la constatación del carácter constructivo de nuestro sistema nervioso. El modelo sujeto-objeto es insuficiente para comprender una realidad en la que los objetos parecen ser una creación de nuestro sistema nervioso sustentada, claro está, en alguna existencia física innegable. Lo interesante es que el cerebro no reproduce fielmente lo que sucede “afuera” para que nosotros podamos luego incorporarlo como imágenes mentales objetivas. Cuando, por ejemplo, estamos sobre una colina y logramos ver a lo lejos algo que parece ser un caballo, este proceso no discurre como un simple fenómeno de reconocimiento mediante el cual identificamos un caballo a la distancia. Las cosas parecen darse de una manera diferente. En términos simples podríamos decir que primero una pequeña mancha oscura capta nuestra atención a lo lejos. Vemos que se mueve por lo que deducimos que es un ser vivo y el contexto de las montañas nos reduce las posibilidades a unas cuantas especies. Notamos que cuando camina, aparecen unas formas alargadas que se mueven con él, creemos que es su pelo hasta que estamos casi seguros de que es un caballo y no una oveja o un gato. A primera vista podría aparecer como un proceso en el cual hacemos calzar algo que está “afuera” con el arquetipo de “caballo” que tenemos dentro de nosotros. Sin embargo, lo que en realidad ocurre es un complejo proceso de creación del objeto, donde el cerebro cumple un rol activo a través del cual considera el contexto, analiza las posibilidades, las coteja con la experiencia y finalmente construye una percepción coherente: un caballo.